Drive my Car. (El texto en favor del silencio)
Drive my Car-Ryusuke Hamaguchi-(El texto en favor del silencio.)
Me preguntaba amenudo durante este primer año de carrera de interpretación de texto, cómo lo harían en Japón. En historia aprendíamos sobre el teatro "de aquí", el de los griegos. Se hace una breve mención, en afán humilde, a las raíces teatrales de asia, que son otras "y no menos buenas". Manoseamos títeres que pretenden ser bunraku, que los hizo un maestro titiritero de por aquí, con buen y humilde afán, de nuevo, pero se le escapa que el kimono lo lleva del lado de los muertos. Y total, a quién le va a importar la sacralidad y el respeto si en la primera clase los ponemos a bailotear pisando tradiciones tan pesadas como ajenas a nuestro hacer. Rápido, frenético. Me atrevo a decir que vacío.
Parece que en Japón también son fans de Chekhov. Un mostacho postizo, una dirección excéntrica, texto sobre texto entre subtexto y sin embargo, lo que más pesa es el silencio.Que hermosura. Esta es de las que disparan por la fealdad. De las que te atraviesan porque las cosas son como son.
(Nos pareció cuando fuimos a ver "Crim i Càstig" que era larga. Porque nos gusta lo bueno, lo que atrae. Que nos habríamos tragado las 4 horas si fueran solo de Pol López y Miriam Iscla en un tomaydaca sin fin. Lo demás era imperfecto y sobraba. Y si atrae mucho nos enfadamos porque es demasiado. Y si atrae poco nos enfadamos porque es demasiado poco. -Dicen que los de primero del IT somos el peor público de Catalunya. Será por algo.-)
A los rusos les gusta el texto, es la condena del alfabeto. Pero algo habrá ahí para que la tan sagrada "cultura oriental" por la que pasamos de puntillas o manoseamos descaradamente se fije en ese hartón de palabras.Pues me parece hermosísimo que se unan estas dos cosas: el silencio estridente y el texto mecanizado.En insana proporción de ambas surge la esperanza. Y digo insana porque es un lujo de lo insalubre el poder derrochar palabras y silencios. Hay que ser desgraciado y feo para regocijarse en palabras mayores y atarle las manos a un mudo para que ni pueda gestualizar signos.Porque lo que hay allí vale por sí solo.Y es feo, hay que aceptar que lo que hay es feo y sobra. Y lo peor de todo es que somos nosotros mismos, que podemos ser el protagonista y ser a la par espantosos actores con vidas espantosas, con ese derrame de feura que no sabes si te está comiendo por dentro o contagiánsode de fuera, y por mucho maquillaje, y por muchas ropas y peinados, aceptémoslo, qué feo es el paisaje, que fea es la gente, y acabas diciendo cosas como "Estimo la vida en general, però no puc suportar la nostra vida vulgar, aquesta vida russa provinciana, i la destesto amb tota l'ànima. Quant a la meva vida personal, Déu sap que no hi ha res de bonic. M'escolta?... "Pues os sorprendería la de gente que escucha, pero figúrate, que capaz de tanto hablar se nos olvide escucharnos a nosotros mismos.No os preocupés, una empieza a ver que la desgracia es el punto común de la mayoría y al final es eso, que no hemos nacido para ser mezquinos ni es una pena que saquemos una pistola y que ni funcione.Creo que hablo demasiado para mí, perdón, a ver si me explico mejor:
Lo que quiero decir es que para alguien que logra ver la nieve caer en la chatarrería de un desguace, la presencia de Dios, como mínimo, es intuible. Lo malo es que hay que tocar fondo para tener ese tipo de gafas. Lo bueno es que, como decía, la mayoría somos chatarra de chatarra. No me llaméis pesimista, esto es realismo ruso.
Mi conclusión a todo esto es la misma que la de la película, me la ahorro para que la veáis.
Con Jesús,Maria
Vigilia de Domingo de Ramos del 2022
Me preguntaba amenudo durante este primer año de carrera de interpretación de texto, cómo lo harían en Japón. En historia aprendíamos sobre el teatro "de aquí", el de los griegos. Se hace una breve mención, en afán humilde, a las raíces teatrales de asia, que son otras "y no menos buenas". Manoseamos títeres que pretenden ser bunraku, que los hizo un maestro titiritero de por aquí, con buen y humilde afán, de nuevo, pero se le escapa que el kimono lo lleva del lado de los muertos. Y total, a quién le va a importar la sacralidad y el respeto si en la primera clase los ponemos a bailotear pisando tradiciones tan pesadas como ajenas a nuestro hacer. Rápido, frenético. Me atrevo a decir que vacío.
Parece que en Japón también son fans de Chekhov. Un mostacho postizo, una dirección excéntrica, texto sobre texto entre subtexto y sin embargo, lo que más pesa es el silencio.
Que hermosura. Esta es de las que disparan por la fealdad. De las que te atraviesan porque las cosas son como son.
(Nos pareció cuando fuimos a ver "Crim i Càstig" que era larga. Porque nos gusta lo bueno, lo que atrae. Que nos habríamos tragado las 4 horas si fueran solo de Pol López y Miriam Iscla en un tomaydaca sin fin. Lo demás era imperfecto y sobraba. Y si atrae mucho nos enfadamos porque es demasiado. Y si atrae poco nos enfadamos porque es demasiado poco. -Dicen que los de primero del IT somos el peor público de Catalunya. Será por algo.-)
A los rusos les gusta el texto, es la condena del alfabeto. Pero algo habrá ahí para que la tan sagrada "cultura oriental" por la que pasamos de puntillas o manoseamos descaradamente se fije en ese hartón de palabras.
Pues me parece hermosísimo que se unan estas dos cosas: el silencio estridente y el texto mecanizado.
En insana proporción de ambas surge la esperanza.
Y digo insana porque es un lujo de lo insalubre el poder derrochar palabras y silencios. Hay que ser desgraciado y feo para regocijarse en palabras mayores y atarle las manos a un mudo para que ni pueda gestualizar signos.
Porque lo que hay allí vale por sí solo.
Y es feo, hay que aceptar que lo que hay es feo y sobra. Y lo peor de todo es que somos nosotros mismos, que podemos ser el protagonista y ser a la par espantosos actores con vidas espantosas, con ese derrame de feura que no sabes si te está comiendo por dentro o contagiánsode de fuera, y por mucho maquillaje, y por muchas ropas y peinados, aceptémoslo, qué feo es el paisaje, que fea es la gente, y acabas diciendo cosas como "Estimo la vida en general, però no puc suportar la nostra vida vulgar, aquesta vida russa provinciana, i la destesto amb tota l'ànima. Quant a la meva vida personal, Déu sap que no hi ha res de bonic. M'escolta?... "
Pues os sorprendería la de gente que escucha, pero figúrate, que capaz de tanto hablar se nos olvide escucharnos a nosotros mismos.
No os preocupés, una empieza a ver que la desgracia es el punto común de la mayoría y al final es eso, que no hemos nacido para ser mezquinos ni es una pena que saquemos una pistola y que ni funcione.
Creo que hablo demasiado para mí, perdón, a ver si me explico mejor:
Lo que quiero decir es que para alguien que logra ver la nieve caer en la chatarrería de un desguace, la presencia de Dios, como mínimo, es intuible. Lo malo es que hay que tocar fondo para tener ese tipo de gafas. Lo bueno es que, como decía, la mayoría somos chatarra de chatarra. No me llaméis pesimista, esto es realismo ruso.
Mi conclusión a todo esto es la misma que la de la película, me la ahorro para que la veáis.
Con Jesús,
Maria
Vigilia de Domingo de Ramos del 2022
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